EL PLACER DEL SILENCIO


.

              Mi experiencia en Ejercicios Espirituales Ignacianos


¡Hablar sin hablar, mirar sin ver, sentir sin tocar… respirar con el corazón! Cuando me dijeron que en los Ejercicios Espirituales, no se podría hablar durante tres días, me pareció difícil, ciertamente un reto para una persona tan conversadora como yo.

El primer día llegué con mucha expectativa, fue tanta mi inquietante emoción que cuando quise adentrarme en el silencio, sentada en una banca… apartada del mundo, se me hizo complicado. Un gato pasaba, un zancudo zumbaba en mi oído, me daba sed, caminaba la gente, pensaba en que estarían haciendo mis amigos. “Un momento ¿Y entonces, no se supone que algo maravilloso iba a pasar?” Me dije.



Fue en ese instante que dejé de confiar solamente en mí misma y en mis cinco sentidos y le pedí con toda mi alma al Espíritu Santo que me de entendimiento, dispuse mi corazón a escuchar. Sin esforzarme más  entonces empecé a sentirme bien, simplemente bien, en paz, sin esperar ni criticar nada, ni a mí misma. De pronto vi su rostro en mi mente, sentí su presencia en el viento, escuché su voz, en mis pensamientos, que me decía, una y otra vez “Aquí estoy, gracias por venir a mi encuentro Milagros, gracias por estar conmigo”. Me sentí más asombrada, porque se suponía que soy yo la que tiene mucho que agradecerle.

Realmente no encuentro palabras para describir todo lo lindo que sentí, en esos casi cuatro días de Retiro. Es la primera Semana Santa en mi vida, en que me dispuse a escuchar lo esencial y no preocuparme por “A donde va a ir todo el mundo de vacaciones”.

Ciertamente mis compañeros y compañeras del silencio, eran muchos jóvenes desconocidos y desconocidas, pero eso no importó. Por el contrario, sin decir palabra alguna, nos organizábamos para levantar la mesa de cada comida, para limpiar y servirnos los alimentos entre todos y todas. Todo funcionaba muy pulcramente, en una organización parecida a la de las hormigas, que no piensan sino en servir a su comunidad, porque saben que su bienestar depende del trabajo de otros y su trabajo es motivo del bienestar de todos. Me hizo pensar entonces en esas cenas de los que habla la palabra de Dios, que tal vez no son suntuosos manjares, pero si grande el sentimiento de COMPARTIR, y eso llena más el espíritu.

Es entonces también, en esas comidas armoniosas, en silencio, que la meditación anterior hacía también su efecto. Se saboreaba, ese AMOR de Cristo, ese amor que tanto manifiesta hacia a nosotros, desde antes de ser engendrados en el vientre de nuestras madres. Somos, realmente hijos e hijas de Dios, hermanos y hermanas, parte de un todo universal.

Allí sentada, arriba, en un cerro rocoso, evocando en mi mente el GETSEMANI, de Jesús, tuve el privilegio de seguir contemplándolo y escuchándolo en silencio. Llegué a adentrarme tanto en esa deliciosa contemplación, que hasta le hacía un espacio en mi banca para que se sentara a mi lado, y llegué a sentirlo allí sentado junto a mí.

Puedo decir, con toda certeza y humildad, que nunca en mi vida me he sentido más y mejor acompañada en mí silencio de esos casi cuatro días. Y haciendo referencia a la humildad, avanzando las horas, no dejaba de crecer mi asombro. En la Eucaristía de Jueves Santo, allí estaba él, lavándome los pies, esos mis pies humanos, esos pies que buscan constantemente un sentido a cada día, esos mis pies que muchas veces se equivocaron y se fueron del camino, para volver luego con más pasión a buscar a Cristo. Mis pies… en Jueves Santo fueron lavados, a la vista de los fieles por el sacerdote, pero yo sentí que había alguien más que lavaba mis pies, Cristo.

Inmenso fue mi asombro, emoción y fascinante desconcierto, de lo increíblemente humilde que puede ser Dios. Sentí entonces que me llama a esa misma humildad para con todos y todas. No es fácil, nadie ha dicho que lo sea, pero tampoco es imposible, es una aventura, que se vive a diario, desde la casa.

Viernes Santo… ¡Que día!, mi asombro entonces se llegó a desbordar presenciando en cada momento del día la muerte de Jesús. Para ser sincera hasta ese momento, a mis 30 años, no había llegado a comprender, como así que Jesús murió por amor y para salvarnos del pecado. “¿Y la autoestima? ¿Y porqué, cómo así que una muerte tan terrible? ¡El no lo merecía! ¿Y entonces por que no hizo que la gente abriera su mente y le entiendan todos de una buena vez si tener que sufrir tanto?”.Esas preguntas y exclamaciones las llevaba en mi mente, desde hace mucho y brotaron allí, para ser respondidas. Conversando entonces con la hermana Susana (mi acompañante espiritual, no se podía conversar con nadie, excepto con la o el acompañante, una vez al día por lo general); llegué a entender en mi humilde condición humana, que Jesús lo dio todo, absolutamente todo, por AMOR, eso quiere decir que llegó hasta a despojarse de su propio cuerpo y de su “dignidad”, para elevarse aún millones de millones más digna y gloriosamente en la RESURRECCION.

Pensé también, cuando nos dejó a su madre, la virgen María. Tanto es su amor por nosotros, y tan hermano es nuestro, que nos dejó a su mamá. Pienso que esa energía de ternura de María está en las mamás, que aman, que sienten, que dan la vida por sus hijos, que son pacientes en la pobreza, en la riqueza, en la salud, en la enfermedad, en cada fracaso y en cada éxito de sus hijos e hijas. Me siento muy pero muy agradecida porque encuentro esas grandes virtudes en mi mamá, aquí está conmigo, siempre, hasta cuando se enoja.

… Por otro lado, “Salvarnos del pecado” no quiere decir que nunca vayamos a equivocarnos, sino, según entendí, ese sacrificio lo hizo Cristo, para que podamos sentir ese AMOR, que nos acoge en el sufrimiento, o que nos eleva aún más en la alegría. Ese amor le da la vuelta a la obscuridad para que la luz brille, y si ya estamos en luz, brilla aún más. Es decir para que lleguemos a sentir esa paz esa alegría, y si no es alegría es esperanza, de ser quienes somos, de que siempre hay un mañana y que el hoy es siempre un aprendizaje.

Escuché en el retiro, en las plenarias, donde solo hablaba el coordinador general, Fabián, gran amigo jesuita, que Jesús nos crea y nos recrea, nos re- hace, nos moldea como el barro en vasija, a cada instante. Pero para que ello suceda, es necesario tener el corazón dispuesto. Entonces esa canción que dice “Para un Dios que conoció la tentación, del amigo la traición, yo no dudo me perdone Dios amigo”…tiene mucho sentido, ya que él es totalmente AMOR.

Me preguntaba también en Viernes Santo “¿Cómo así que Dios deja que pasen tantas injusticias en el mundo? ¿Dónde está Dios entonces?” La hermana Susana respondió “Está en ti, y en mí, está en todas esas luces del mundo, que están para encender otras luces”. Jesús interpela, a veces hasta “incomoda”, pregunta, llama, invita al detenimiento y la reflexión. No es un mago, que va a solucionar todos los problemas de la humanidad, nos llama a NOSOTROS a la ACCION. El ha venido a cambiar corazones, a dar esperanza. Todos los desastres naturales, los terremotos, las guerras, las injusticias, las precariedades humanas, nos gritan a la ACCION. Desde nuestro camino, religioso o laico, pero a la ACCION, a partir de la FUERZA en la ORACION. Y es que orar no es solo decir rezos, es meditar, sin prisa, en el silencio, saboreando cada instante en el alma.

¡Sábado de Gloria!, un tiempo de vigilia, de FE, en la luz. Me sentí muy gratificada de participar en la ceremonia de la LUZ esa noche, donde todos marchamos con nuestras velas a la capilla, pero el día fue difícil. San Ignacio de Loyola, quien diseñó el plan de Ejercicios Espirituales, habla de los momentos del Retiro, como “Mociones”, es decir CONSUELO o DESOLACION, la segunda es todo lo que signifique cansancio, desánimo, confusión, y la primera la luz que nos acoge en amor.

Sentí en la mañana DESOLACION, extrañé a mi mamá, mi casa, mi laptop, Internet, mis amigos y amigas, la calle, ir a comprar a la tienda, ir a la playa, no haber llevado música, tenía ganas de ir al cine, de salir en la noche, me sentía aburrida. Ya no me hallaba ni en los cerros, ni en el viñedo, ni en el templo, ni en el patio. Así que fui a mi cuarto, y dije “Señor, estoy cansada, acompáñame”, entonces cogí mi lapicero y mi cuaderno e hice lo que sé hacer, escribir.



Tocaba hacer un ejercicio que se llama: Mirada de Dios al Mundo, ¿Qué Observaría Jesús, si apareciera un día de estos, andando, por aquí?, probablemente lo primero que miraría sería AMOR, ya que nos identificamos con lo que somos.
¿Quién soy yo para sancionar si el mismo Cristo no sanciona?. Comprendí que reconoce el mal, interpela, pero no para juzgar, sino para transformar. Comprendí también que el sentido del SUFRIMIENTO EN EL CRISTIANISMO, es ese “darle la vuelta”, del que hablaba en párrafos anteriores, encontrar placer en encender luz, desde cualquiera de las realidades que nos toque vivir.

Pienso ahora en Ana Frank, sí, la chica del famoso diario, quien a pesar de su cercanía a la muerte, fue luz a cada instante, en el escondite de su familia, acechada por los nazis. Esa es la actitud entonces, pero nadie da de lo que no tiene. El hecho es que a veces me es tan difícil procesar la idea de que todos y todas somos luz, solo que a veces estamos cubiertos y cubiertas por capas gruesas de obscuridad… pero solo son capas, allí abajo, en el fondo hay luz.

Susana me dijo entonces que le pida prestado su corazón a Jesús, me lo traje puesto del Retiro, me lo dijo en el Domingo de Resurrección. Será eso que está brotando en mi alma, que me hace escribir lo que les cuento.

Tal vez piensan que decidí hacerme religiosa, o que me creo Santa Milagros, pero no es ninguna de las dos, es solamente que quiero ser más feliz, ya comencé en esta historia y siento chispazos de esa luz. Dicen que cuando se empieza a conocer a Cristo, cada vez se tienen más y más ganas de conocerlo.

Es importante mencionar también, muy importante, la TOLERANCIA, para con los que no son creyentes, el AMOR, es para todos, Jesús no discriminó a nadie ¿porqué entonces yo o tú o nosotros tendríamos que hacerlo?

Y para cerrar, entendí que el famoso Plan de Dios, no es sino, el compromiso con nuestros propios sueños, que se integren a esa reconstrucción del mundo. Jesús, entonces nos invita a soñar y a hacer realidad nuestros sueños, con FE y con AMOR, lo cual implica TRABAJO. No tiene porque ser el trabajo o la responsabilidad, un castigo, si se lo ve desde la óptica de la construcción de un maravilloso plan de AMOR.


Muchas gracias a los Jesuitas peruanos y del mundo, por esta linda experiencia, millones de gracias a Dios, y mil gracias a ustedes que me están leyendo, así les cueste creer… y sí creen, gracias por permitirme compartir este ENCUENTRO CON CRISTO, con ustedes. ¡El es para todos y todas!


Con amor,


Milagros Rocío Neyra Rodríguez


Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España.